Legado

La leyenda seguía creciendo, ahora apuntalada por la vigilancia de un mercado que encontraba un excelente y fructífero producto. Ricard, otra vez, retoma una profecía de 1981 y proclama: “Hemos encontrado el niño radiante del siglo”. Se lo compara, tras la aceptación europea, con Rimbaud.

Sus seguidores afirman que en sus obras brilla una sensibilidad intuitiva que seguramente hubiese cuajado en formidable talento, brillan los inicios primarios de un don tremendamente escaso: la genialidad. La fuerza, el lirismo, la melancolía, la violencia, la gracia lúdica, el desenfado cromático, las fusiones imprevisibles están allí, como testimonios que siempre comunican la sensación de fermentalidad inconclusa. También está la apropiación singularizada y sutil de Rauschenberg, de Jasper Johns. Sobre todo, la “salvajización” de los grafismos-textos utilizados por su admirado Cy Twombly. Lo que en Twombly es levedad y refinamiento en Basquiat se vuelve gestualidad exasperada, cartografías de una afectividad en perpetuo e inconforme desconcierto.

En 2015, fue robada una obra de Basquiat avaluada en más de US$ 11 millones y dos años más tarde, el empresario japonés Yusaku Maezawa adquirió una obra suya en una subasta por 110,5 millones para exponerla en la Contemporary Art Foundation que él mismo preside.​





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